Le gustaba fantasear. De hecho, lo hacía desde que era bien pequeñita. Y mientras fantaseaba y soñaba despierta se iba muy lejos. Visualizaba los días posteriores, los meses, los años. Lo veía todo. Lo construía todo según deseaba que fuera y se moría de impaciencia de que todo eso llegara ya.
Durante mucho tiempo pensó que hacer aquello era estar soñando con una existencia mejor y que eso no era bueno porque no le permitía sentir todo lo que tenía en su vida del ahora. Pero un día empezó a ver esto de manera muy diferente. Hoy se sentía contenta de haber desarrollado esta capacidad fantástica porque le llenaba de ilusión y alegría. Eso era bonito y no tenía nada que ver con construir realidades inventadas para no ver las de verdad. Veía una y la otra, y se quedaba con las dos.
Un día en la playa una amiga le contó una historia preciosa de amor, y también le contó, casi sin atreverse, lo lejos que se había ido fantaseando con todos los detalles de los acontecimientos deseados. Lo veía todo. Entonces ella le confesó que solía hacer lo mismo y a partir de ese instante de cercanía, las dos supieron que podían confiar, compartieron ilusiones y perdieron la noción del tiempo.
Era una playa llena de gente y ellas tenían la sensación de que no había nadie más alrededor. Luego se trasladaron de lugar y siguió sin existir nadie más en el mundo. Fueron unas horas intensas cargadas de confianza e intimidad, y así, aquel día dejó de ser un día cualquiera y pasó a ser un día muy especial. Fue un día lleno de cuidado, calidez, alegría, complicidades, risas, gozo y luz. Mucha luz.
Durante mucho tiempo pensó que hacer aquello era estar soñando con una existencia mejor y que eso no era bueno porque no le permitía sentir todo lo que tenía en su vida del ahora. Pero un día empezó a ver esto de manera muy diferente. Hoy se sentía contenta de haber desarrollado esta capacidad fantástica porque le llenaba de ilusión y alegría. Eso era bonito y no tenía nada que ver con construir realidades inventadas para no ver las de verdad. Veía una y la otra, y se quedaba con las dos.
Un día en la playa una amiga le contó una historia preciosa de amor, y también le contó, casi sin atreverse, lo lejos que se había ido fantaseando con todos los detalles de los acontecimientos deseados. Lo veía todo. Entonces ella le confesó que solía hacer lo mismo y a partir de ese instante de cercanía, las dos supieron que podían confiar, compartieron ilusiones y perdieron la noción del tiempo.
Era una playa llena de gente y ellas tenían la sensación de que no había nadie más alrededor. Luego se trasladaron de lugar y siguió sin existir nadie más en el mundo. Fueron unas horas intensas cargadas de confianza e intimidad, y así, aquel día dejó de ser un día cualquiera y pasó a ser un día muy especial. Fue un día lleno de cuidado, calidez, alegría, complicidades, risas, gozo y luz. Mucha luz.
2 comentarios:
ala!!!! jo tamien quiero..., si, si a mi también me gussssta.
felicidades por tu blog y por tus paseros por las alturas.
besets.
hola!!!!! gracias guapa. Pues ya sabes, si quieres puedes.
besets.
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