- “¿Tu te has sentido alguna vez trapito?”- Decir “trapito” equivalía a decir trapo viejo, sucio y roto. Era lo mismo. – le preguntó con curiosidad. Su amiga le miró sorprendida y se puso a reír. Entonces le contagió su risa, y su rostro serio y apagado pasó a reír sin parar. Eso también formaba parte del estado trapito. Era cansancio y vulnerabilidad, y era risa floja que se desencadena con cualquier estímulo que difícilmente en otro momento parece tan gracioso.
Ella a veces se sentía así. No tenía ni idea que le iría por dentro a un trapito si pudiera estar vivo. Y la verdad es que tampoco le importaba porque tenía la certeza de que si así fuera se sentiría como ella. No se podía explicar muy bien y tampoco hacía falta porque la palabra “trapito” describía a la perfección aquel estado de una sensibilidad extrema.
Lo bueno fue que, después de las risas compartidas, el trapito pasó a estar menos viejo, menos sucio y mucho menos roto.
2 comentarios:
Me sentí trapito muchas veces, aun ahora me pasa. Y sí, sí, echar unas risas, una copa de buen vino, y compartir con alguien "tus trapitos" hace que se cosan girones y se pespute el bajo, je, je.
¡Pues ahí va un brindis con buen vino por esas risas de sofá en estado trapito!
Publicar un comentario