momentos cotidianos

Este espacio ha sido creado para reflejar momentos que pueden ser míos, tuyos o de cualquier persona que los quiera hacer suyos.
Son realidad y son ficción. Son imágenes sugerentes y contextos ocultos para que tú también fantasees y juegues a inventar si te apetece.
Yo quiero compartirlo contigo y será un placer si tú también lo quieres crear conmigo.

25.2.09

18.2.09

sensibilidad






Hoy estaba especialmente sensibilizada. Así era casi siempre, pero hoy era un día de esos en los que estaba más todavía. Era uno de esos días en los que ponía algún cd de Belle & Sebastian en el coche y vibraba con aquella música de manera especial. Porque en todos los momentos no se escucha de la misma manera ni con el mismo impacto esa música.

La sensibilidad era algo que iba con ella. De hecho, en muchas ocasiones pensaba que había venido a este mundo, entre otras muchas cosas, para sentir. De pequeñita muchas veces escuchó como le decían: “ay, esta niña, que llorona y delicada es”, y oír aquello le partía el corazón. En aquel entonces ni siquiera podía identificar esa sensación y mucho menos ponerle palabras ni defenderse. A eso aprendió luego. Durante años estuvo peleada con esta parte suya y la quiso eliminar porque le habían enseñado que en esta vida una tiene que ser fuerte.

Un día, siendo ya un poco más mayor, se dio cuenta de que podía ser delicada y fuerte a la vez, dejó de pelarse y se reencontró con su sensibilidad. Además, decidió cambiarse esa etiqueta de “delicada” por sensible, que le gustaba mucho más. Y el día en el que cayó en sus manos un libro que se llamaba “El don de la sensibilidad” ya si que acabó de sentirse afortunada de poseer ese don, porque las personas que tienen dificultad para sentir se pierden una parte enorme de la vida.

Desde hacia ya un tiempo no solo le gustaba ser sensible, sino que se alegraba enormemente de que a pesar de su lucha interna desde pequeñita no había perdido esta capacidad de sentir tan hermosa. Le parecía algo maravilloso y menos mal que aprendió eso de que para sentirse en paz se trata de convertirse en lo que una es y no tratar de ser lo que no es.

El día de hoy había estado lleno de momentos donde la sensibilidad había estado muy presente. Uno de ellos había sido esta tarde en una sesión de terapia que había tenido con una niña con la que se había conmovido. Hace un tiempo estuvo trabajando con ella y hacía unos días que le había dicho a su mamá: “llévame a ver a mireia”. Había sido un reencuentro precioso. Habían estado haciendo un dibujo entre las dos, como los que hacían antes, y hoy había sido tan distinto! Qué cambiada estaba y qué estar tan diferente! Se habían emocionado las dos con pocas palabras, mucho contacto, y un baile compartido lleno de complicidad.









14.2.09

un descubrimiento





Desde hacia ya muchos días tenía el deseo de ir al cine y ayer había decidido que iba a ser esa noche seguro. Y así había sido: sesión de las 9, sala 2 del Albatros, la pantalla y ella.

Cuando llegó se encontró con la sorpresa de que la película que quería ver la pasaron ayer por última vez. Ya no se podía ver y estuvo casi a punto de marcharse y pasar al plan b, pero se quedo quieta durante 5 segundos y entonces le preguntó a la chica del cine:

- “¿Qué películas hay a esta hora?”

- “Vicky, Critina, Barcelona, y My blueberry nights”, le contestó.

La de Woody Allen ya la había visto, así que esa descartada porque cuando la vio le gustó, como casi todas las películas de ese hombre tan peculiar y encantador, pero esta le gustó lo justo y no como para repetir en esos momentos.

Como solo tenía unos minutos para decidir, se acercó rápidamente donde están esas cuartillas amarillas donde te cuentan cosas de la peli, leyó lo que ponía en la de My Blueberry Nights y el primer impulso fue: “si, voy a entrar”. El director se llamaba Wong Kar Wai, y en la información de la cuartilla amarilla había una nota suya que decía: “A veces, la distancia tangible entre dos personas puede ser corta pero la emocional puede ser enorme. My Blueberry Nights es una mirada a esas distancias desde varios ángulos. Quería explorar esas extensiones, tanto figurada como literalmente, y el esfuerzo que cuesta salvarlas”.

No conocía al director, ni había oído hablar de la película y aún así quiso confiar en esa primera sensación, e hizo bien porque la película le pareció hermosa y entrañable. Había sido una de esas películas que si la hubiera visto alguna de las personas que le conocían bien le hubiera dicho: “ves a verla que te va a encantar”. Una historia bonita, cargada de sensibilidad y ternura, de miradas que hablan, de movimientos sutiles, donde estaba presente el dolor, la valentía, la fuerza, la compañía, la ilusión, la amistad, la soledad, el amor y la esperanza. Una historia que recordaba eso de que para que se abra una puerta es necesario que se cierren otras antes. Una historia redonda con una estética cuidada y una música que acompaña y envuelve la atmósfera de calidez y hermosura.

Y no conocía al director pero se dio cuenta de que era el mismo que el de “Deseando amar” y se acordó de repente del momento en el que le habían hablado de aquella película un día, en un amanecer cálido, dando un paseo por una de las mejores playas del mundo. Le gustó encontrarse con el recuerdo de aquel momento, de aquel paseo y de aquella persona especial.

La protagonista, que durante el tiempo que estuvo fuera solía escribir, en una de sus cartas le contaba a un amigo que había recibido “clases de no confiar en las personas” y que había suspendido. Y pensó que a lo mejor le había gustado tanto la película porque ella también suspendía ese tipo de clases, y por toda la empatía que sintió con esa chica en otros momentos de su camino.

En cualquier caso, ir al cine anoche y descubrir esta película, había sido muy buena manera de empezar el fin de semana.









4.2.09

timidez








la timidez es inhibición ante lo desconocido...




1.2.09

el sentido profundo




Un día del mes de noviembre le contó que en navidades se iba a India, y él, que conocía bien aquel lugar tan especial, le dijo cuando se despidieron: “que encuentres en India lo que necesitas”. Y así fue. Lo encontró sin buscarlo porque en realidad no fue a buscar nada a ese lugar sino solo a estar.

Encontró muchas sensaciones y experiencias anheladas desde hacia tiempo y encontró muchas preguntas que tardaría tiempo en contestar. Volvió impactada y con una sensación enorme y profunda que quería dejar reposar, sentir, saborear, masticar… Sabía que poco a poco se irían configurando muchas de esas preguntas y sensaciones ahora abiertas.

A la vuelta se volvieron a encontrar y compartieron como habían sido sus viajes. Él le contó como fue el suyo cuando estuvo allí hace unos años y sintieron esa complicidad de cuando una sabe que habla de algo que el otro conoce.
Ayer le regaló este poema precioso que hablaba de una de las sensaciones que estuvieron compartiendo, de algo que ella tuvo la oportunidad de experimentar allí con aquellas mujeres y aquellos bebés. Porque en India se conserva el sentido profundo de las cosas, porque se habla y se alimenta a la piel y porque la mirada y los brazos sostienen con una seguridad, fuerza, delicadeza y cuidado impresionante. ¡Qué amor más profundo y qué sabiduría de la existencia!

Shantala

Las semanas que siguen al nacimiento
son como la travesía de un desierto.
Desierto poblado de monstruos:
las sensaciones nuevas que
desde adentro
se lanzan al asalto del cuerpo del niño.

Después del calor del seno materno,
después del loco abrazo que es el nacimiento,
la soledad helada de la cuna.
Y luego surge una fiera,
el hambre,
que muerde al bebé en las entrañas.
Lo que enloquece al desdichado niño

no es la crueldad de la herida.
Es su novedad.
Y esa muerte del mundo circundante
que le da al ogro
proporciones inmensas.
¿Cómo calmar tal angustia?
¿Alimentar al niño?

Si
pero no solamente con leche.
Hay que tomarlo en brazos.
Hay que acariciarlo, acunarlo,
y masajearlo.
Hay que hablar a la piel del pequeño
hay que hablarle a su espalda

que tiene sed y hambre igual que su vientre.

En los países que han conservado el sentido profundo de las cosas
las mujeres saben todavía todo esto.

Aprendieron de sus madres,
enseñaron a sus hijas
este arte profundo, simple
y muy antiguo
que ayuda al niño a aceptar el mudo
y lo hace sonreír a la vida.

Frederic Leboyer