momentos cotidianos

Este espacio ha sido creado para reflejar momentos que pueden ser míos, tuyos o de cualquier persona que los quiera hacer suyos.
Son realidad y son ficción. Son imágenes sugerentes y contextos ocultos para que tú también fantasees y juegues a inventar si te apetece.
Yo quiero compartirlo contigo y será un placer si tú también lo quieres crear conmigo.

19.4.09

gente amable






Una mañana del mes de diciembre había ido a colocarse una de esas vacunas que se pone una cuando se va de viaje muy lejos. Estaba sentada en la sala de espera del centro de salud leyendo un libro mientras esperaba su turno cuando de pronto una persona le empezó a hablar, y luego otra, y luego otra,… ella se limitó a contestar cordialmente a cada uno de los comentarios y siguió con su lectura, pero entonces otra interrupción, y luego otra, y luego otra. Se paró un momento y pensó que no sabía si es que la gente tenía mucha necesidad de hablar, mucha necesidad de que les escucharan o si es que ella tenía ese día cara de querer que le contaran cosas, pero lo cierto es que a pesar de que seguía leyendo, después de cada comentario, seguían las interrupciones. Y se preguntó: ¿cómo será la vida cotidiana de estas personas?, ¿tendrán alguien con quien hablar?, ¿tendrán a alguien que les escuche cuando lleguen a casa? A lo mejor si o a lo mejor no.

Así que, después de leer la misma frase 5 ó 6 veces, guardó el libro porque parecía que no era buen momento para seguir leyendo y decidió conversar con aquellas personas que se habían dirigido a ella y también estaban esperando a que la enfermera les llamara.

Lo mejor de todo fue el rato que pasó hablando con una abuelita muy simpática y graciosa. Era amable, entrañable y sonreía todo el rato. Estaba allí porque tenía una herida en la cabeza y todos los días iba a que le curarán. Mientras le escuchaba, a ratos se desconectaba un poco de su discurso y fantaseaba con cómo sería la vida de aquella mujer. La imaginaba disfrutando de las pequeñas cosas y detalles de su día a día, la imaginaba irradiando alegría y disfrute a todo su alrededor. La imaginaba sonriendo a la vida.

Entonces salió la enfermera y dijo: “el siguiente para el inyectable que pase”, y se despidió de aquella mujer entrañable pensando en lo agradable que había sido ese rato compartido. Entró en el box y las enfermeras fueron un encanto con ella. Le estuvieron hablando de los viajes que habían hecho y se desearon seguir disfrutando de esos momentos conociendo otros países y lugares.

Aquel día salió de allí pensando que encontrarse con gente amable da gusto. Encontrarse con gente amable es una de esas cosas buenas de la vida porque llena de calidad el encuentro con la otra persona. Hoy, había vuelto a pasar por la puerta del centro de salud y había recordado aquel día con una sonrisa. E inmediatamente después había conectado con otro momento que vivió la semana pasada. No tenía nada que ver con aquel día de la sala de espera, sin embargo lo que le hizo conectar fue la presencia de la amabilidad en ambos momentos.


Fue el martes pasado. Después de un largo camino entre montañas preciosas, trozos de bosque, riachuelos, sol, sombra, sudor, agua, aire puro, olores a tierra, a árboles, a esencias de la naturaleza… llegaron a Llucalcari. ¡Impresionante lugar! Allí estuvieron durante horas fluyendo con una sensación de tanta satisfacción que no hacía falta nada más que vibrar con lo que había. Bocadillo delicioso en una roca junto al mar, maravillosa compañía, siesta, hamaca, conversación, silencio, leer, observar, sentir, reflexionar, compartir, estar y puesta de sol de una belleza sublime. Con todos los sentidos puestos ahí, impactados por la grandeza de contemplar aquella imagen sorprendente e impregnándose de aquella belleza se despidieron de aquel día. Y fue una hermosa despedida del día y de algo más.
Entonces, ya casi sin luz, decidieron ir a una carretera donde pasaba un autobús para volver a casa. Y sorpresa: el último autobús ya se había marchado. Volver andando por el monte era un poco arriesgado porque entre otras cosas, no había luna que iluminara el camino, así que, fila india y
carretera… hasta que pasaron diez minutos y ocurrió algo inesperado. Paró un coche.

- "¿Vais a Sóller?"
- "Si".
- "Es que os he visto viendo la puesta de sol en Llucalcari …".
- "Si".
- "Si queréis subir al coche, yo os llevo".
- "Vale...gracias".

Y lo bonito de aquello no fue el ahorro de la caminata de unos cuantos kilómetros por la carretera, sino el encuentro con aquel chico y con todos sus gestos de amabilidad. Les contó que él aquella tarde también había ido a ver la puesta de sol hasta allí porque esta era muy buena época del año para hacer este tipo de cosas en aquel lugar ahora bastante solitario. Y había sido una puesta de sol preciosa porque hasta las escasas nubes presentes estaban colocadas de una manera tan estética que envolvían la imagen de algo especial.

Escucharon música durante el viaje y fue todo tan agradable que se despidieron profundamente agradecidos. Y entonces, en el momento en que paró el coche para que se bajaran, el conductor se encontró con una sorpresa. Se encontró con el regalo de la hamaca con la que ellos habían estado disfrutando aquel día en Llucalcari.

- “Vaya! Si yo no quería nada… os he traído, pero no quería nada a cambio”.
- “Ya”, le dijo él al regalársela. Él, que era también una de esas personas que derrochan encanto, amabilidad, respeto, buen trato, cuidado, y un acercamiento a los demás exquisito y especial.

Y es que esto es lo que pasa cuando uno es amable porque si, cuando el ser amable le sale a uno del corazón. Es entonces cuando ocurre que sin esperar nada, de repente uno recibe gestos hermosos.

Si le sonríes a la vida, la vida te sonríe también a ti. Y si eres amable con tu entorno, éste lo es también contigo. Porque ser amable y estar con una actitud receptiva a la vida, hace que ésta te sorprenda con cosas que ocurren que parecen mágicas, y lo que ocurre no tiene tanto que ver con la magia de las cosas sino con la actitud para percibirlas y con la capacidad para recibirlas.



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