momentos cotidianos

Este espacio ha sido creado para reflejar momentos que pueden ser míos, tuyos o de cualquier persona que los quiera hacer suyos.
Son realidad y son ficción. Son imágenes sugerentes y contextos ocultos para que tú también fantasees y juegues a inventar si te apetece.
Yo quiero compartirlo contigo y será un placer si tú también lo quieres crear conmigo.

28.9.09

23.9.09

16.9.09

2.9.09

la lista





Algunas personas suelen pensar mientras friegan los platos, otras mientras se duchan, otras mientras pasean al perro y también hay otras que no suelen pensar demasiado. Ella solía pensar mientras conducía. Todos los días tenía ese momento coche que casi siempre le gustaba saborear.

Coger el coche todos los días durante un rato considerable para ir al trabajo tenía sus inconvenientes: alguna multa de vez en cuando, algún atasco, el tiempo invertido, la gasolina,… pero como casi todo en la vida, también tenía sus cosas buenas: un rato de silencio, o de buena música, un rato de cantar, de observar, de sorprenderse con lo que de repente se le ocurría, de pensar, de desconectar, de ilusionarse, de darse cuenta de muchas cosas… El coche había sido un lugar donde había visto algunas de sus decisiones importantes. Y es que ella era sobre todo visual y transformaba con facilidad casi todo lo interno en imágenes. Así que las decisiones, además de pensarlas, también las solía visualizar.

Normalmente le ocurría que si respetaba el tiempo suficiente para que en su interior se colocara todo en su sitio, de repente le aparecían deseos, decisiones o lo que fuera que surgiera, con una claridad contundente. Y a veces también podía comprobar una y otra vez que cuando la impaciencia le empujaba por querer ir más deprisa de lo que su organismo necesitaba o la situación requería le solía llevar a la confusión. Porque la prisa para según que cosas no sirve.

Hoy, mientras conducía, se estaba acordando de una conversación que tuvo con un amigo en la que éste le había contado que anualmente, en una fecha señalada, quedaba con una amiga y ponían en común sus listas de propósitos y objetivos para el siguiente año. Era un compromiso consigo mismo y también, al contárselo a su amiga, era un compromiso con ella. Al año siguiente, por las mismas fechas se volvían a reunir y se mostraban aquel escrito, lo revisaban y compartían su reflexión sobre lo acontecido. Luego, siguiendo el ritual del momento, compartían la nueva lista para el próximo año. Cuando escuchó a aquel amigo contarle aquella historia le pareció una bonita manera de facilitar el hacer consciente cosas importantes y conseguirlas.

Casi todos hemos hecho alguna vez listas mentales, imaginadas, fantaseadas, habladas o pensadas, de este tipo de cosas que tienen que ver con asuntos que nos gustaría realizar. Las solemos hacer a principio de curso y a principio de año. Deseamos empezar algo distinto, hacer algo que nos apetece desde hace tiempo, solucionar aquello que ya se ha hecho lo suficientemente urgente como para atenderlo, hacer algo distinto con algún aspecto de nuestra vida… Algunos de estos propósitos los cumplimos y hay otros de ellos que permanecen en la lista por mucho tiempo. Los ponemos un año, y otro, y otro, y no conseguimos realizarlos. Siempre están ahí rondando. Y es que esas cosas aparecen año tras año en las listas de propósitos porque a lo mejor realmente no queremos hacerlas y obedecen a un introyecto o a algo que alguien dijo que era bueno hacerlo y realmente no es una decisión nuestra. O puede ser también que no los llevemos a cabo porque no podamos todavía hacerlo y que si aparecen año tras año, en algún momento aparecerán con una fuerza más clara y será entonces cuando seguramente lo consigamos.

Irving y Miriam Polster ya decían eso de que “La aparición de un deseo claramente definido permite encauzar la energía con acierto y efectividad" y que "el conocimiento aumenta las posibilidades de lograrlo”.

Claro que, algo importante a tener en cuenta a la hora de confeccionar esa lista era que los propósitos allí enumerados tenían que depender de ti porque sino corrías el riesgo de experimentar luego al revisarlo una impotencia innecesaria. Porque eso es lo que pasa con la impotencia, que surge cuando tratamos de asimilar cosas que no dependen de nosotros.

Así que era importante para que esa especie de lista funcionara que los objetivos fueran posibles y que la consecución de los mismos estuviera en nuestras manos. Aprender a discriminar esto era un paso importante y la otra persona también nos podía ayudar a verlo, a ver esos detalles que son obvios para el que escucha pero que el que los dice no se da cuenta.

Una de las diferencias entre las listas habituales y aquello que aquel día le contó este amigo, era el hecho de ponerlo por escrito, porque hay ciertas cosas que cuando se plasman en un papel parece que tienen más fuerza, más presencia o que se hacen más importantes. Pero sobre todo, la diferencia fundamental entre las listas habituales y la historia de su amigo era el asunto de compartir la lista de objetivos con otra persona parándose a dedicarle un espacio y un tiempo para ponerlo en común. Porque las personas estamos hechas para compartir, para encontrarnos con el otro, así que la opción de aquella historia era mucho mejor que la de guardarnos la lista para nosotros mismos únicamente porque, entre cosas, el aislamiento lleva a la locura.

Como a ella le gustaba copiarse las ideas buenas, hoy, al acordarse de esto que un día le contó su amigo y al estar pensando en las cosas que quería conseguir durante este curso, había decidido compartir esto también con otra persona. A partir de hoy iba a incorporar a su vida este tipo de encuentro anual para compartir los propósitos y crear un ritual de esos que eliges porque quieres, de esos que llega el momento y te apetece que lleguen.

Y así siguió su camino de hoy, dándole forma a esta decisión al mismo tiempo que repasaba y se acordaba de las personas importantes que tenía cerca para decidir con quién quería compartir esto, confiando en que también está decisión de elegir a la persona para este momento, si respetaba el tiempo necesario para que esto reposara, le surgiría así de repente con claridad y firmeza.