momentos cotidianos

Este espacio ha sido creado para reflejar momentos que pueden ser míos, tuyos o de cualquier persona que los quiera hacer suyos.
Son realidad y son ficción. Son imágenes sugerentes y contextos ocultos para que tú también fantasees y juegues a inventar si te apetece.
Yo quiero compartirlo contigo y será un placer si tú también lo quieres crear conmigo.

24.4.09

el arte








Hace unos cuantos fines de semana volvió a estar en su queridísima Barcelona. Preciosa como siempre. El sábado por la mañana, reencuentro emotivo y fugaz con un amigo con el que compartió casa en la calle Easter Road el tiempo que estuvieron viviendo juntos en Edimburgo. ¡Qué intensos y qué buenos fueron aquellos meses en aquel lugar conocido por casualidad y qué satisfacción experimentaba al recordarlos después de ya tantos años!

También se reencontró con una queridísima amiga, con la que casualmente también estuvo en Edimburgo, y con la que sabía que a partir de ahora iba a compartir otros encuentros en Barcelona. Hacía unos meses que se había ido a vivir lejos y a pesar de eso ella seguía estando cerca, muy cerca.

Y por la tarde, fue a recoger unas obras de arte a la puerta del Palau de la Música. Un amigo había expuesto algunas de sus obras en el CCCB y como cuando finalizó la exposición no pudo ir a buscarlas se habían quedado allí. Ahora estaba viviendo en Melilla y cuando se enteró de que ella iba a ir a Barcelona aquel fin de semana le pidió si podía recogérselas. Y le dijo que si porque a este amigo le haría todos los favores del mundo que estuvieran a su alcance porque lo quería con locura y se sentía muy agradecida con todo lo que habían compartido y con toda su atención durante ya muchos años.

Hace dos semanas volvió a Valencia, estuvieron cenando juntos, tomando un buen vino y actualizándose compartiendo los últimos acontecimientos de sus vidas. Como siempre, se alegró enormemente de verle y volvió a sentirse afortunada de que formara parte de su vida. Después de la cena subieron a casa y se llevó aquellas obras de arte que estuvieron durante un tiempo en Barcelona.

Ella nunca acabó de entender los criterios por los que se rigen los críticos de arte para determinar si una obra es buena o no. Le parecía un atrevimiento generalizar esto. Así que ella tenía su propio criterio. Si se ponía delante de una creación y ésta le impactaba de alguna manera o le movilizaba algo internamente entonces era buena y sino pues no. Si se quedaba indiferente la obra podría ser muy buena, pero sería buena para otros porque para ella no.

Y como dice Pepo Pérez en la introducción “NO AL MIEDO” del libro “el Arte, conversaciones imaginarias con mi madre” de Juanjo Sáez, (por cierto, libro buenísimo y simpático artista) “… en el arte contemporáneo se acepta desde hace décadas que cualquiera puede ser artista, sólo basta con tener algo que expresar y la voluntad de hacerlo. También es posible que la mirada del espectador complete la obra, e incluso que le dé un valor y un significado artístico a algo que en realidad no lo tenía”.

Y como luego el autor del libro escribe: “[…] Olvidaros de la realidad, aunque solo sea por un momento y disfrutad de lo que veis. El arte es mucho más que un sistema de representación de nuestro entorno, el arte es tan infinito y múltiple como personas hay en este mundo. El arte es una ventana abierta a lugares desconocidos”.

Y eso pensaba ella también, que “la mirada del espectador completa la obra” y que “el arte es tan infinito y múltiple como personas hay en este mundo”, incluso más infinito todavía porque todo cambia y las personas también. Y reflexionando sobre esto se acordó de un fragmento del libro Terapia guestáltica de Erving y Miriam Polster que tenía que ver con esta cuestión y que cuando lo leyó se sorprendió al descubrir una clara expresión de lo que ella consideraba que era su criterio para el arte. Y en realidad, los autores hablaban de que la experiencia importa y de la relación entre “significado” y “experiencia”…:

“Entre significado y experiencia hay una compleja interrelación, tal que el exceso de uno puede bloquear la función necesaria de la otra, y viceversa. Las artes ilustran esto cabalmente. Ciertas obras, como las pinturas de Hieronymus Bosch, desarrollan sistemas simbólicos tan intrincados y poderosos que resulta fácil perder de vista la pintura en sí, para centrar la atención en lo que significa. Otros artistas, en particular algunos dramaturgos contemporáneos, como Albee, Pinter y Beckett, niegan el contenido simbólico de su obra, e insisten en que el espectador se limite a experimentarla. Ello no obstante, el público está tan acostumbrado a buscar el significado, que si el autor no se lo suministra llenará el vacío con sus propias especulaciones. Con todo, la búsqueda deliberada de significado no es un mero capricho, y nadie lo sabe mejor que estos escritores. Su intención es que cualquier significado que el público pueda descubrir emane de un proceso vital nuevo, en el que cada espectador sea afectado simplemente por su experiencia de la pieza. El significado de la experiencia se desplegará luego en su singularidad, ya sea en el curso de la representación o más adelante, pero en cualquier caso con una significación diferente para cada persona, de acuerdo con el contexto que aporte su propia vida.

Dice Picasso, acerca de la comprensión de la pintura:

“Todos quieren comprender la pintura. ¿Por qué nadie intenta comprender el canto de los pájaros?, ¿Por qué ama uno en particular una noche, una flor, cualquiera de las cosas que lo rodean, sin tratar de comprenderlo todo? […] Los que tratan de explicar un cuadro casi siempre equivocan el camino. Gertrude Stein me anunció jubilosamente hace un tiempo que por fin había entendido lo que representaba mi cuadro: tres músicos. ¡Y era una naturaleza muerta!”.

[…] Sin embargo, lo que parece impacientar a Picasso es que se sustituya la experiencia originaria por la búsqueda del significado, y no el significado en sí, ya que también él lo atribuía a su pintura, al decir que se trataba de una naturaleza muerta. […].

Los terapeutas guestaltistas remamos en la misma galera [...] Queremos escuchar la historia en primer término, y dejar que el significado se vaya desplegando; no llegar con expectativas de una significación predeterminada, a la que luego se ajusta todo el comportamiento. La búsqueda de significado es un reflejo humano, pero la compulsión al significado ahoga frecuentemente la experiencia misma. El significado se desprende de la secuencia de la vida y de los ritmos naturales que se establecen entre la experiencia y la atribución de significado. En psicoterapia, el símbolo es más poderoso cuando su significación surge de experiencias que existen primero por sí mismas y luego se proyectan en una significación natural y evidente, que ayuda a conectarlas”.

[…] Nosotros, en vez de dedicarnos a acertijos intelectuales, preferimos introducir al paciente en su propia experiencia, confiados en que una vez que adquiera un sentido claro de lo que ocurre dentro de él, su propio sentido de la dirección lo guiará en cualquier experiencia subsiguiente. Lo que se necesita es reconocer y reanimar su dinámica interna”.

Y es que la terapia también es arte.











19.4.09

gente amable






Una mañana del mes de diciembre había ido a colocarse una de esas vacunas que se pone una cuando se va de viaje muy lejos. Estaba sentada en la sala de espera del centro de salud leyendo un libro mientras esperaba su turno cuando de pronto una persona le empezó a hablar, y luego otra, y luego otra,… ella se limitó a contestar cordialmente a cada uno de los comentarios y siguió con su lectura, pero entonces otra interrupción, y luego otra, y luego otra. Se paró un momento y pensó que no sabía si es que la gente tenía mucha necesidad de hablar, mucha necesidad de que les escucharan o si es que ella tenía ese día cara de querer que le contaran cosas, pero lo cierto es que a pesar de que seguía leyendo, después de cada comentario, seguían las interrupciones. Y se preguntó: ¿cómo será la vida cotidiana de estas personas?, ¿tendrán alguien con quien hablar?, ¿tendrán a alguien que les escuche cuando lleguen a casa? A lo mejor si o a lo mejor no.

Así que, después de leer la misma frase 5 ó 6 veces, guardó el libro porque parecía que no era buen momento para seguir leyendo y decidió conversar con aquellas personas que se habían dirigido a ella y también estaban esperando a que la enfermera les llamara.

Lo mejor de todo fue el rato que pasó hablando con una abuelita muy simpática y graciosa. Era amable, entrañable y sonreía todo el rato. Estaba allí porque tenía una herida en la cabeza y todos los días iba a que le curarán. Mientras le escuchaba, a ratos se desconectaba un poco de su discurso y fantaseaba con cómo sería la vida de aquella mujer. La imaginaba disfrutando de las pequeñas cosas y detalles de su día a día, la imaginaba irradiando alegría y disfrute a todo su alrededor. La imaginaba sonriendo a la vida.

Entonces salió la enfermera y dijo: “el siguiente para el inyectable que pase”, y se despidió de aquella mujer entrañable pensando en lo agradable que había sido ese rato compartido. Entró en el box y las enfermeras fueron un encanto con ella. Le estuvieron hablando de los viajes que habían hecho y se desearon seguir disfrutando de esos momentos conociendo otros países y lugares.

Aquel día salió de allí pensando que encontrarse con gente amable da gusto. Encontrarse con gente amable es una de esas cosas buenas de la vida porque llena de calidad el encuentro con la otra persona. Hoy, había vuelto a pasar por la puerta del centro de salud y había recordado aquel día con una sonrisa. E inmediatamente después había conectado con otro momento que vivió la semana pasada. No tenía nada que ver con aquel día de la sala de espera, sin embargo lo que le hizo conectar fue la presencia de la amabilidad en ambos momentos.


Fue el martes pasado. Después de un largo camino entre montañas preciosas, trozos de bosque, riachuelos, sol, sombra, sudor, agua, aire puro, olores a tierra, a árboles, a esencias de la naturaleza… llegaron a Llucalcari. ¡Impresionante lugar! Allí estuvieron durante horas fluyendo con una sensación de tanta satisfacción que no hacía falta nada más que vibrar con lo que había. Bocadillo delicioso en una roca junto al mar, maravillosa compañía, siesta, hamaca, conversación, silencio, leer, observar, sentir, reflexionar, compartir, estar y puesta de sol de una belleza sublime. Con todos los sentidos puestos ahí, impactados por la grandeza de contemplar aquella imagen sorprendente e impregnándose de aquella belleza se despidieron de aquel día. Y fue una hermosa despedida del día y de algo más.
Entonces, ya casi sin luz, decidieron ir a una carretera donde pasaba un autobús para volver a casa. Y sorpresa: el último autobús ya se había marchado. Volver andando por el monte era un poco arriesgado porque entre otras cosas, no había luna que iluminara el camino, así que, fila india y
carretera… hasta que pasaron diez minutos y ocurrió algo inesperado. Paró un coche.

- "¿Vais a Sóller?"
- "Si".
- "Es que os he visto viendo la puesta de sol en Llucalcari …".
- "Si".
- "Si queréis subir al coche, yo os llevo".
- "Vale...gracias".

Y lo bonito de aquello no fue el ahorro de la caminata de unos cuantos kilómetros por la carretera, sino el encuentro con aquel chico y con todos sus gestos de amabilidad. Les contó que él aquella tarde también había ido a ver la puesta de sol hasta allí porque esta era muy buena época del año para hacer este tipo de cosas en aquel lugar ahora bastante solitario. Y había sido una puesta de sol preciosa porque hasta las escasas nubes presentes estaban colocadas de una manera tan estética que envolvían la imagen de algo especial.

Escucharon música durante el viaje y fue todo tan agradable que se despidieron profundamente agradecidos. Y entonces, en el momento en que paró el coche para que se bajaran, el conductor se encontró con una sorpresa. Se encontró con el regalo de la hamaca con la que ellos habían estado disfrutando aquel día en Llucalcari.

- “Vaya! Si yo no quería nada… os he traído, pero no quería nada a cambio”.
- “Ya”, le dijo él al regalársela. Él, que era también una de esas personas que derrochan encanto, amabilidad, respeto, buen trato, cuidado, y un acercamiento a los demás exquisito y especial.

Y es que esto es lo que pasa cuando uno es amable porque si, cuando el ser amable le sale a uno del corazón. Es entonces cuando ocurre que sin esperar nada, de repente uno recibe gestos hermosos.

Si le sonríes a la vida, la vida te sonríe también a ti. Y si eres amable con tu entorno, éste lo es también contigo. Porque ser amable y estar con una actitud receptiva a la vida, hace que ésta te sorprenda con cosas que ocurren que parecen mágicas, y lo que ocurre no tiene tanto que ver con la magia de las cosas sino con la actitud para percibirlas y con la capacidad para recibirlas.